Patagonia

Lo que empezó como una propuesta para conocer un remoto lugar llamado Rio Turbio 4, ha acabado en una maratón de escalada Patagónica que ni el mejor de nuestros sueños podíamos haber imaginado.

 

Lo que empezó como una propuesta para conocer un remoto lugar llamado Turbio 4, ha acabado en una maratón de escalada Patagónica que ni el mejor de nuestros sueños podíamos haber imaginado.

Yoel me habló sobre Turbio 4, un lugar poco explotado y con mucho potencial, pero sobre todo, un lugar en el que debido al tiempo severo que suele tener y a su lejanía, las probabilidades de conseguir escalar o abrir alguna ruta eran muy pocas.

A mí personalmente ya me apetecía. Aproximación de varios días, mulas, ríos, una barca infalible para el retorno... vamos, toda una auténtica aventura. Se trata de uno de esos lugares donde aunque no consigas escalar vale la pena correr el riesgo, ya que te sientes como un auténtico explorador.

Poco a poco se acercaba la fecha del viaje y cuantos menos días quedaban menos posibilidades de buen tiempo teníamos. Yoel nos comentó que normalmente a finales de febrero era la mejor época, pero nosotros teníamos pensado viajar la primera semana del mes. Pronto nos dimos cuenta de que íbamos a pasar semanas bajo la lluvia y como Yoel estaba en El Chaltén, y ni Santi ni yo habíamos estado anteriormente, decidimos ir a probar suerte en uno de los lugares más increíbles para escalar de este planeta.

Llegamos a El Chaltén muy motivados, justo cuando estaba finalizando una ventana de 3 días que acabó siendo una falsa ventana de menos de 2 días. Tal como nos bajamos del bus pudimos divisar las majestuosas paredes a lo lejos, y en seguida empezamos a imaginarnos en la cumbre del Fitz Roy o del imponente Cerro Torre. El cielo estaba despejado y soplaba un poco de viento, pero la verdad es que en la cima de ambas paredes había una gran nube blanca que poco a poco lo iba cubriendo todo. Lo que en el pueblo era un poco de viento, eran potentes ráfagas en lo más alto de estos cerros.

Hicimos unas compras, buscamos un camping y nos preparamos para salir temprano al día siguiente para reconocer un poco el terreno. Subimos cerca del paso superior para aprender las aproximaciones y que no nos pillara desprevenidos una vez mejorara el tiempo. Poco a poco nos acercábamos a la base del Fitz Roy y cada vez notábamos más la fuerza de sus vientos, como si de una fortaleza se tratara y el viento fuera su gran guardián. Rápido nos dimos cuenta de hasta donde podíamos llegar y antes de que fuera demasiado tarde dimos la vuelta dirección al pueblo con los deberes hechos, a la espera de una ventana que nos dejara ascender esta fortaleza con un mínimo de posibilidades de éxito.

Tal y como bajamos nos enteramos de una triste noticia. Un escalador checo había fallecido por hipotermia y dos brasileños estaban en paradero desconocido desde hacía dos días. El tiempo había empeorado mucho, con ráfagas de más de 100km por hora y temperaturas nocturnas de 20o bajo cero, eliminando tristemente cualquier posibilidad de que hubieran sobrevivido al temporal.

Estuvimos un par de días más con un tiempo horrible, esperando en el pueblo y dando vueltas para ver qué opciones teníamos si queríamos escalar algo en este viaje. El pronóstico para El Chaltén era de 15 días de mal tiempo, así que optamos por subirnos en un bus durante 24 horas destino a Bariloche y de ahí hasta Cochamó tras 5 horas más.

En Cochamó daban 7 días de sol y hay paredes de más de 1000m, así que, aunque un poco cansados pero muy motivados, cruzamos a Chile y en un abrir y cerrar de ojos nos plantamos en uno de los valles más bonitos que he visto nunca. Repleto de ríos, cascadas, árboles centenarios gigantes, prados verdes, caballos e inmensas paredes de granito esperando a ser ascendidas.

Tuti, un amigo de Santi, se juntó con nosotros y tenía muchas ganas de escalar “Las manos del día”, una vía de 500m con placas, fisuras, offwidths, techos... un poco de todo vamos. Una vía muy exigente con grados de hasta 7a+ en fisuras limpias y muy verticales. A mí me hacía mucha ilusión ir a la Pared del Monstruo, que está en un valle bastante remoto, con una aproximación de 12 horas.

Me costó un poco convencerlos, bueno a todos menos a Maxi que también tenia en mente hacer una vía en esa pared desde hacía tiempo. Al final escalamos “Las manos del día” con Tuti y Santi, que resultó ser una vía increíble, y al día siguiente Maxi se agregó al equipo y

empezamos nuestra aventura en la Pared del Monstruo para escalar “La presencia de mi padre”, una vía de 1600m que se tardó cinco años en abrir. El lugar es increíble, dado a que se empieza en el fondo de un valle tropical y se acaba al más puro estilo alpino.

La aventura fue dura, pero valió mucho la pena. Mientras la escalábamos me imaginaba abriendo una línea en esa gran mole de roca. "Es como si llegaras a El Capitan y solo hubiera 3 líneas abiertas. Deberíamos volver a abrir una vía", les repetía constantemente...

Dormimos en el Coll y desde ahí descendimos al Valle de la Bestia por el Vertical Forest, un bosque vertical en una pared de 700m por la cual te tienes que ir descolgando y destrepando de árboles. Todos coincidimos en lo mismo: "Pase lo que pase hay que salir por la vía para no tener que ascender por este bosque".

A las 8am estábamos preparados para empezar la vía. En principio no tenía que ser muy difícil, pero la verdad es que nos encontramos algunos largos difíciles de proteger, apretados de grado y por lo tanto bastante comprometidos, sin contar con un último largo por el que bajaba una gran cascada de agua, y la parte final de nieve vertical, que no debería haber sobrepasado los 80m y se convirtió en unos 300m de nieve.

A las 9pm llegábamos a la cima y todavía nos esperaban difíciles destrepes por una pared bastante vertical y una larga vuelta hasta el vivac de la Trinidad. Al día siguiente muy cansados, pero felices por las dos vías que habíamos escalado caminamos hasta el coche con la incertidumbre de si habría una ventana de buen tiempo en Chaltén.

En cuanto tuvimos conexión a internet comprobamos que había una ventana de 4 días. Las noticias por una parte eran muy buenas, pero por otra... la ventana empezaba al cabo de 2 días y estábamos a casi 2.000km de distancia. Teníamos que pensar rápido. Tal y como cruzamos la frontera de Chile con Argentina nos conectamos de nuevo a internet y Santi y yo compramos dos billetes de avión para El Calafate para el día siguiente. Estábamos muy cansados de la actividad que acabábamos de realizar, pero la motivación podía más que el cansancio acumulado.

Al día siguiente, por la tarde, después de un vuelo y un viaje en bus de 4 horas, nos encontrábamos de nuevo en El Chaltén, con el tiempo justo para comprar algunos víveres y retirarnos a descansar, y así intentar el Fitz Roy al día siguiente.

Yoel todavía estaba en El Chaltén y había quedado con dos americanos para escalar el “Pilar Casarotto”. Aprovechando que tenían vehículo para ir hasta el Río Eléctrico, que era nuestro punto de partida y se encontraba bastante lejos de El Chaltén, nos añadimos al grupo.

La idea era escalar la vía “Mate, porros y todo lo demás” o incluso el “Pilar Casarotto”. Tanto una como otra eran dos vías excepcionales, aunque ir hasta la cumbre del Fitz por esas líneas era bastante complicado debido a que la última parte se encuentra muy descompuesta.

Caminamos juntos durante 8 horas hasta estar cerca las paredes, pero una vez divisamos las líneas pensadas, nos dimos cuenta de que estaban completamente cubiertas por nieve y hielo. Empezaron las dudas de si dormíamos debajo y esperábamos un día para que descargaran la nieve acumulada; ¿hacíamos otra vía?; ¿nos llegaría la comida para estar un día más si tardábamos más?; si dejábamos material cerca del pie de vía -que era la idea original- y escalábamos otra vía, ¿podríamos volver al mismo lugar?. Un montón de dudas que debíamos resolver perdiendo el menor tiempo posible.

Miramos un poco más a la derecha y divisamos escaladores en una vía que resultó ser la “Afanasieff”. Yoel nos explicó que debido a las condiciones era un buen plan, con la posibilidad de hacer cumbre, ya que sigue una arista y es más difícil que acumule nieve hasta que se ha ganado mucha altura, aunque es una de las vías más largas de la zona.

En un par de horas más de aproximación llegamos a la base de la vía y en 2 horas más nos encontrábamos bastante altos en la ruta, preparados para dormir en lo que sería otra buena aventura.

Dos días y dos horas de escalada nos costó llegar a la cumbre, con momentos de incertidumbre incluidos: fisuras cubiertas de hielo, alguna zona de bloques inestables en un

conglomerado de hielo y roca y un par de largos finos, con mucha agua cayendo, como si de un barranco se tratara. Recuerdo que me vino a la cabeza... "Bueno, esto es como escalardeep water solo. Una vez los pies de gato están mojados se agarran igual, es todo psicológico". Bien, todo menos el frío...

A las 6pm llegamos a la cima del Fitz Roy. Una felicidad tremenda nos hizo olvidar el cansancio acumulado, aunque la felicidad no podía durar mucho ya que todavía nos quedaba el descenso. Lo realizamos por la vía “Tehuelche”, que resultó ser el descenso más largo que habíamos realizado nunca.

Catorce largas horas rapelando, con vivac incluido. Parecía que no se acababa nunca, pero rapel tras rapel llegamos a la nieve. Probablemente hubiéramos descendido un poco más rápido, pero nos juntamos con dos americanos para realizar el descenso. Ellos descendían por la misma línea y pensamos que sería más seguro ir juntos. En el segundo rapel sus dos cuerdas estaban dañadas por varios tramos y no podían seguir usándolas, así que decidimos solo usar las nuestras y abandonar una de las suyas reforzando todas las reuniones de la “Tehuelche”.

A las 2pm estábamos en el suelo, pero todavía nos quedaba cruzar el glaciar y las 8 horas de retorno hasta el coche. Contentos, pero muy cansados, llegamos a las 10pm a El Chaltén y ahora sí. Era el momento de una buena celebración junto a nuestro gran amigo Yoel y sus compañeros, que habían realizado con éxito el “Pilar Casarotto”.

Santi y yo volábamos al día siguiente hacía Bariloche de vuelta, ya que solo habíamos viajado para la ventana de 4 días. Muy cansado, con los dedos gordos del pie congelados y sin poder sentirlos, pero con un subidón de motivación, empecé a enviar mensajes de Whatsapp a Tuti para que fuera preparando material para volver a la Pared del Monstruo, en Cochamó, y abrir una línea nueva. Santi decidió no sumarse a esta aventura en esta ocasión.

Tuti no había podido acompañarnos al Fitz Roy por temas familiares y se encontraba entusiasmado con la idea de abrir una vía y más una de estas características. Una vía en la que es, probablemente, la mole de granito vertical más grande de América y una de las más grandes del mundo. Una oportunidad que cualquier escalador con un mínimo de espíritu aventurero no desperdiciaría nunca.

Tuti solo había abierto una vía anteriormente, pero la verdad que es una esponja de absorber conocimientos. Estaba super emocionado y físicamente es un portento.

La idea era encontrar una línea lógica que nos llevara rápidamente a la cima de esa mole gigantesca, pues no teníamos ni muchos días, ni disponíamos de una hamaca. Caminamos 12 horas de nuevo, con unos 30kg cada uno a la espalda, dos cuerdas, 2 juegos de friends, 4 pitones, un taladro, una batería con 20 bolts, material de vivac y bastante comida.

En la aproximación nos movíamos lentos pero eficazmente por un terreno en el que habíamos estado recientemente, pensando que al conocerlo nos resultaría todo más fácil. Fuimos un poco más veloces pero nos resultó igual de duro. Esta vez solo éramos dos y todo y que intentamos reducir el material al máximo acabamos cargando con bastante peso.

Llegamos a la base de la pared hacía las 6pm y buscamos una cueva donde hacer un fuego y pasar una noche calentitos, cosa que agradecimos profundamente, ya que el día anterior habíamos caminado durante bastantes horas bajo la lluvia y pasamos bastante frío en el último vivac, debido a estar un poco mojados y a un descenso de las temperaturas.

Nuestra aventura acabó bien y al cabo de 1 día y medio de escalada y un vivac a 700m, en una repisa bastante cómoda dentro de lo posible, llegábamos a la cumbre muy felices. Acabábamos de abrir una línea de 1.250m en libre y tan solo habíamos usado un pitón y 3 bolts en todo el recorrido. No me sentía los dedos de los pies desde hacía 7 días y el cansancio acumulado hacía que me costara respirar, pero una vez más fue llegar a la cumbre y cargarme de energía, como si me hubiera dopado.

Ya no importaba nada, no estaba cansado, ni preocupado, ni tenía dolores, tan solo era feliz y lo único que me venía a la cabeza era mi mujer y mi hija y las ganas que tenía de volver a estar con ellas. Rápidamente nos dimos un abrazo emotivo en la cumbre, observados por

majestuosos cóndores, y empezamos el descenso de 4 horas hasta el vivac de la Trinidad. Una buena cena y 5 horas más de descenso al día siguiente hasta nuestro vehículo ya no eran nada comparado con el esfuerzo realizado en los últimos días.
Finalizaba una maratón patagónica de más de 100 horas de aproximaciones y más de 5.000 metros escalados, en la que gracias al tiempo, un buen plan y unos compañeros inmejorables, se había cumplido el sueño de un viaje perfecto.


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